y me intercepta;
noche abismal que me sumerge en tu recuerdo.
El olvido cada vez más lejano,
indiscreto,
juega con mi memoria y se vuelve místico
(e ineludible).
Tiemblan mis labios de deseo,
y este cuerpo
que aún guarda tu perfume
que invade mi nido.
Las vigas de ésta cárcel no quieren abrirse,
estás condenado a morir
entre las rejas de mi corazón.
Sabor intrin-seco a misterio
y el calor que solo tu cuerpo junto al mío
puede azuzar,
¡cómo dejarte ir! ¡así!
Estamos hastiados de luchar contra un huracán
que nos vuelve siempre al principio,
sin salidas y sin final.
Vaya. Corre progesterona, con esto, por mis venas.
ResponderEliminarGracias por pasar, Carolina. Besos!
Eliminar